Reunificar la hipoteca y el préstamo personal es una opción a la que podemos recurrir cuando debemos hacer frente a varios préstamos a la vez y el importe de las cuotas supone una carga demasiado pesada para nuestra economía personal.
Mediante esta fórmula, agrupamos todas nuestras deudas en una sola usando la vivienda hipotecada como aval, y pagamos una sola mensualidad, más baja que la combinación de las anteriores a costa de alargar el plazo de amortización. Sin embargo esta operación tiene sus ventajas y sus inconvenientes, y también lleva asociados varios riesgos. ¿Quieres conocerlos?
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¿Por qué reunificar mis deudas?
Cuando tenemos varios préstamos acumulados por los que estamos pagando mensualmente diferentes cuotas, y a ellos se suma la hipoteca de nuestra vivienda, los pagos para saldar nuestras deudas pueden llegar a asfixiar nuestra economía; es entonces cuando surge la pregunta: ¿me conviene reunificar mis deudas?
Al reunificar nuestras deudas e incluso la hipoteca en un préstamo único conseguimos tener que pagar una única cuota mensual, cuya suma será menor a la de los préstamos por separado; eso sí, esto se consigue a costa de alargar el plazo de amortización, y por consiguiente los intereses que pagamos, por lo que al final acabaremos pagando más dinero que si no reunificásemos nuestras deudas.
Por tanto, se trata de una fórmula que, como es habitual en cuestiones financieras, será apta o no en función del perfil de cada persona y de su situación personal, así como de las condiciones que firmemos. Bien utilizada puede servirnos para salir de un bache financiero y tener cierto desahogo; pero también puede acabar derivando en un endeudamiento aún mayor y en consecuencias indeseadas, por lo que esta opción debe usarse con cuidado.
¿En qué consiste una reunificación de deudas hipotecaria?
Una reunificación de deuda puede ser hipotecaria o no hipotecaria. En una reunificación hipotecaria se juntan los préstamos personales con la hipoteca avalando la operación con una vivienda de nuestra propiedad, de la que por supuesto podremos seguir disfrutando mientras tanto. Como en España el 80% de la población es propietaria de su vivienda, es la fórmula más usada en nuestro país para reagrupar las deudas.
Para llevarla a cabo, podemos optar por una entidad financiera regulada por el Banco de España, por ejemplo el mismo banco donde tengamos la hipoteca; si no aceptase la operación, una segunda opción sería recurrir a una empresa que actúe como intermediaria hipotecaria, que deberá cumplir con la Ley 2/2009 y estar dada de alta en el Instituto Nacional de Consumo. En todo caso, debemos exigir siempre las condiciones por escrito antes de firmar.
No obstante la opción mejor y más económica para nosotros será que sea el propio banco donde tenemos nuestra hipoteca quien acepte unificar nuestras deudas en un solo pago mediante la fórmula de la reunificación hipotecaria. Para ello existen a su vez dos posibilidades:
- Firmar un nuevo préstamo hipotecario que incluya las otras deudas, lo que supondrá la cancelación previa de la hipoteca actual. Es la opción más cara y la menos aconsejable.
- Pedir una novación de nuestra hipoteca actual para ampliar el capital solicitado, en cuyo caso lo habitual es ampliar el plazo para que las cuotas sean menores. Es una operación que no siempre aceptan los bancos y que además acarrea otros gastos: comisiones, tasación, etc.
Es importante que tengamos en cuenta que al ampliar el plazo de la hipoteca pagaremos más intereses y por tanto el importe total a amortizar también aumentará. Por otro lado y sea cual sea la opción que escojamos, si no contamos ya con la vivienda en propiedad o si aún nos queda mucha hipoteca por pagar, lo más probable es que el banco nos deniegue la operación.
¿Qué requisitos piden?
Lo cierto es que las reunificaciones de préstamos no son un producto que sea plato de gusto de muchos bancos, ya que supone absorber deudas ajenas. Si nuestro perfil no es de demasiado riesgo y tenemos gran parte de la hipoteca pagada es más fácil que acepten la operación, pero exigirán igualmente que no tengas impagos o atrasos en tus actuales préstamos y que no tengas descubiertos en tus cuentas bancarias.
Por otro lado debes tener en cuenta que si aceptas esta fórmula deberás agrupar todos tus préstamos bajo tu hipoteca, no pudiendo unificar unas deudas y dejar otras al margen. Además, al usar la vivienda como aval de la operación, el banco no dará el visto bueno si el importe de todos los préstamos juntos supera el 70 u 80% del valor de tasación del inmueble.
En todo caso debes tener presente que estamos hablando al fin y al cabo de firmar una hipoteca, por lo que el banco valorará los mismos requisitos que para la concesión de un préstamo hipotecario: contar con ingresos periódicos estables y demostrables (no estar desempleado), no estar en una lista de morosos, tener un avalista, y que tu nivel de endeudamiento total no supere el 35% de tus ingresos.
Ventajas e inconvenientes de esta fórmula
Reunificar todas nuestras deudas en una sola mediante nuestra hipoteca es una opción a la que recurrir si previamente no calculamos bien los riesgos de acometer varios préstamos. Al juntar todos los pagos en una única cuota mensual más pequeña podemos controlar mejor los gastos y ahorrar más; además el tipo de interés aplicado en un préstamo hipotecario es más bajo que el que se aplica en un préstamo personal.
No obstante hay que subrayar que se trata de una operación que tiene riesgos importantes, ya que aunque reduzcamos la cantidad a pagar cada mes será a costa de alargar el plazo de amortización (y probablemente contratar algún producto bancario): es decir, pagaremos más intereses, y por tanto más dinero en total.
Esto puede derivar en un efecto “bola de nieve” que haga que llegado un momento se nos haga imposible afrontar el pago de la deuda acumulada, con lo que en último término afrontaríamos una situación de impago que derivaría en un embargo de nuestra vivienda –ya que con ella avalamos la operación- y un proceso desahucio, que ninguno deseamos.
Por tanto y aunque reunificar la hipoteca y el préstamo personal sea una opción a nuestro alcance para pasar un “mal bache” y hacer frente a situaciones complicadas, no olvidemos que puede acarrear consecuencias graves si no calculamos bien los riesgos que asumimos, por lo que el remedio podría acabar siendo peor que la enfermedad.